El Paris Saint Germain ganaba con facilidad y se dejó empatar para perder en los penales contra Rennes en la final de la Copa de Francia. El disparo de Nkunku desde los once metros se fue a la tribuna y con ello desaparecieron las ilusiones del Paris Saint Germain para sumar un trofeo a su palmarés, pero a la vez evidencia una temporada plagada por el dolor y la frustración.
Razones hay muchas pero es difícil dar un diagnóstico sobre lo que le toca afrontar al campeón de la liga ante tanto desencanto. Una aparente fiesta se transformó en pesadilla, el PSG tuvo las condiciones de su lado y le sucedió lo peor dentro del escenario menos apropiado y en un momento poco adecuado. Las circunstancias fueron más allá y le dieron la espalda a la lógica, este PSG revivió en la final de Copa situaciones a las que no suele estar acostumbrado cuando se trata de competencias locales.
Tras un comienzo prometedor y avasallador con una genialidad de Neymar para ponerle un toque de distinción al segundo gol, lo que hacía preveer una noche mágica, los jugadores de Thomas Tuchel dieron muestras de otro aspecto que generó la reacción y el posterior empate del rival, sumado a muchas carencias en la imagen de lo que ha sido esta temporada, el no saber sacar provecho a los momentos decisivos bajo circunstancias favorables.
Una derrota que no solo genera dolor, también incrementa las dudas de cara al futuro en un club que en muchos momentos dejó de ser aquel cuadro con aspiraciones de grandeza y con la perspectiva de posicionarse en la escena europea para convertirse en un equipo posible de contrarrestar y hasta vulnerable.
Es evidente que el club parisino se encontró con un rival combativo, lleno de orgullo que supo valorar la oportunidad que representaba esta final, que herido en lo más profundo por sentirse dominado y ridiculizado en el principio, tuvo los argumentos para lograr la igualdad y se mostró con más criterio, atrevimiento y motivación.
Dentro de todo lo que podría suponer un partido distinto a lo que ofrece la liga donde suelen ser superior a la mayoría, el Paris Saint Germain dió la impresión de no sentirse preparado para un contexto lleno de situaciones extrañas para los que conocen el potencial del equipo, más aún con la presencia de Neymar desde el comienzo.
Con el campeonato local asegurado a falta de cinco jornadas, es muy claro que este PSG necesita pasar a otra cosa, el tiempo de darse un respiro, subsanar heridas y planificar la temporada que viene de otra manera y tonificar una plantilla lastimada y con secuelas de haber vivido episodios inesperados.
Se anuncian días intensos y muy agitados en el Paris Saint Germain. Ya ha quedado demostrado que no es suficiente ser uno de los grandes del país y hacer muchos movimientos estructurales incluyendo cambios y renovaciones. Al club se le avecina un panorama complicado y mucho más grave de lo imaginado. El Rennes, no solo le «robo» un titulo, también le impidió al club de la capital obtener este trofeo de quinta manera consecutiva, asimismo le quitó el sueño a Dani Alves de conseguir el titulo 40 en su carrera y le marcó la noche a un Kylian Mbappé, poco efectivo, nada decisivo como otras veces y hasta expulsado por la impotencia.