Messi acabó con cualquier discusión en torno al derbi barcelonés con otro partido para videoteca si no fuera porque sus exhibiciones juegan en contra suya y hacen que lo extraordinario parezca normal en su escala de genialidad. Leo hace cosas sobre el césped que si las hiciera cualquier otro serían de otro planeta, pero con él, uno se acostumbra a que lo extraordinario sea casi normal y aferrado a su genialidad habitual el Barça aplastó al Espanyol por 0-4.
El argentino dictó sentencia ante un Espanyol que pagó muy cara su timidez de entrada ante un Barça que liquidó al equipo de Rubi en 45 primeros minutos que se jugaron al ritmo que dictó Leo en una exhibición fabulosa. Una más en su carrera en la que masacró al conjunto españolista cada vez que controlaba el balón marcando la diferencia ante un equipo que desperdició la primera parte y que temblaba cada vez que el argentino ejecutaba un golpe franco, conducía el balón, organizaba el juego, recuperaba balones o llegaba rematando de cabeza desde la segunda línea.
La exhibición del argentino fue completa. Lo bordó en el balón parado por la escuadra derecha y la izquierda, retrató a cualquier defensa que trató de disputarle la pelota en al espacio o en estático. Remató de cabeza al poste, asistió a Dembélé en el segundo gol culé y dominó el juego de cabo a rabo. Ante una exhibición así, muy poco puede hacerse.
El planteamiento de Rubi, que buscaba alargar el partido buscando una segunda parte descarada se fue a pique en cuanto Messi controló con ventaja su primer balón y encaró a la defensa local para fabricarse una falta a medida que Duarte, que compareció de urgencia para suplir a Hermoso, le concedió en una acción suicida. El argentino completó la acción con una ejecución del golpe franco sensacional que hizo inútil el vuelo de Diego López. Era la tercera falta que convierte el argentino esta temporada. En la segunda parte convertiría otra por el otro lado.
Con el 0-1, el Barça intimidó al un Espanyol que ya llegó amedrentado desde el vestuario y ahí empezó un festival barcelonista que se fundamentó en la capacidad física de Vidal, la visión táctica de Busquets, la genialidad de Messi y la velocidad de Dembélé, que a los 26 minutos marcó el segundo tanto.
Con el Espanyol desarbolado y fiando toda su suerte a las jugadas a balón parado sin tener en el campo a Granero, su mejor lanzador, el Barça empezó a gustarse a la contra, donde Suárez martirizaba a los centrales locales. David López se dejó ganar un pulso con el uruguayo que marcó el tercero entre las piernas del portero españolista justo antes del descanso. El partido se daba por liquidado.
En el arranque de la segunda parte, el Espanyol se pareció más al equipo que esta temporada ha alegrado la vida a sus seguidores, pero Messi enfrió la reacción de los pericos con otra genialidad a balón parado. Era el 0-4 y el público levantó la bandera blanca y empezó a irse a casa. Los que se fueron no vieron el tanto de Duarte que el VAR no concedió por fuera de juego.
Sin despeinarse, los barcelonistas regularon fuerzas para llegar a puerto ante un Espanyol que se vio impotente ante la enésima exhibición de Messi, que lideró a un Barça que, cuando sale motivado parece fuera del alcance de cualquier rival. Le falta la regularidad, pero los cinco al Madrid y los cuatro al Espanyol son una señal clara de la potencia de este equipo.