Luka Modric es el nuevo Balón de Oro, un galardón que añadido al The Best y al premio a mejor jugador del Mundial completa una trilogía que le sitúa ya en los puestos más nobles de la historia del fútbol. Para siempre quedará que fue un veterano croata de 33 años, niño de la guerra de los Balcanes, quien acabó con el duopolio Cristiano-Messi.
https://twitter.com/francefootball/status/1069701779938516999
En París, la ciudad donde precisamente el PSG ha reunido a dos candidatos a ese Balón de Oro, Modric recogió ese trofeo, seguramente uno de los más bonitos de los que se entregan en el planeta fútbol. Ganó en la casa de la campeona del mundo, por delante de su ex compañero Cristiano Ronaldo y de su rival rojiblanco Antoine Griezmann, que ya al llegar a la alfombra roja dejó un recado. «A lo mejor es que la Copa de Europa es más importante que el Mundial».
Junto con su mujer y sus tres hijos, arropado por el club, con Florentino Pérez en primera fila, Modric mostró esa sonrisa de buen tipo que le caracteriza en el exuberante Grand Palais. Es difícil, por no decir imposible, encontrar a algún miembro de la industria futbolística que hable mal de Lukita, como se le conoce en el vestuario del Madrid.
Ganador de los tres grandes premios individuales de 2018, su triunfo no puede ser más unánime. Para el jurado FIFA del Mundial, para capitanes, entrenadores, periodistas y aficionados de todo el planeta que dieron el The Best y, finalmente, para los periodistas elegidos por France Football.
Históricamente se ha apuntado que el Mundial era preponderante para votar, lo que sumado a que Francia, el país originario de la revista, fue campeona del mundo, invitaba a pensar en que el Balón se quedaría en casa. Nada más lejos, Modric ganó sin problemas las votaciones, en el escenario más exigente. Siendo además un constructor del juego, no un goleador, un jugador de equipo, no un solista, un tío normal, lejos de tatuajes, bailes, decisiones públicas y demás extravagancias.
Siempre saldrá en la foto de la Décima. Su córner para su amigo Ramos en Lisboa es el primer párrafo de la leyenda que ha escrito el Madrid de las cuatro Champions. Hilo conductor del Real más glorioso desde el de la seis Copas de Europa, el 10 al que todos buscaban y siempre encontraban, al que Arbeloa subía a hombros en Da Luz y San Siro, su jugadón en Cardiff para Cristiano y el póker en Kiev, envuelto en la bandera de su país con la que fue subcampeón del mundo en Rusia.