En respuesta a los crecientes desafíos del cambio climático y la inestabilidad económica, productores salvadoreños están dejando atrás el monocultivo para adoptar modelos agrícolas mixtos que les permitan sobrevivir, prosperar y acceder a nuevos mercados.
Este giro estratégico está ocurriendo principalmente en el occidente del país, donde fincas como la de don Jaco, en Ahuachapán, se han convertido en referentes de innovación desde lo local. Su producción ahora combina cultivos tradicionales como el tomate y el chile morrón con otros como el güisquil y el pepino, logrando así una mayor estabilidad económica y mejor adaptabilidad frente a factores externos.
La diversificación agrícola no solo fortalece la seguridad alimentaria, sino que también mejora los ingresos familiares, reduce pérdidas postcosecha y amplía el abanico de mercados disponibles. Parte de este avance ha sido facilitado por la Central de Abasto, una plataforma de comercialización que conecta directamente a los agricultores con los consumidores, eliminando intermediarios y aumentando las ganancias de los productores.
Según el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), hasta un 30 % de la producción agrícola se pierde por falta de canales eficientes de distribución. Iniciativas como esta buscan revertir esa tendencia, fortaleciendo las cadenas de valor locales y reduciendo la dependencia del país en productos importados.