La región del Catatumbo, ubicada en el noreste de Colombia y fronteriza con Venezuela, no es ajena al conflicto armado y, pese al acuerdo de paz de 2016, vive bajo constante temor y asedio. En los últimos días, la violencia volvió a estallar entre el grupo guerrillero ELN y disidentes de la extinta guerrilla de las FARC. Los combates dejan ya más de 50 muertos y miles de desplazados.
Las autoridades no han podido acceder a la zona, pero testimonios y videos en redes sociales muestran el terror que se vive en la región convulsa del Catatumbo, en el departamento del Norte de Santander, noreste de Colombia.
Con base en esas fuentes, el Gobierno estima que ya hay al menos 50 muertos y miles desplazados.
«Como las Fuerzas Militares y la Fiscalía no ha podido llegar al terreno, lo único que tenemos son especulaciones por algunas fotografías que nos han enviado, y si es por eso yo creo que son más de 50 (muertos)», aseguró en Cúcuta el secretario de Seguridad del departamento de Norte de Santander, el coronel retirado de la Policía George Quintero.
«Me llamó hoy una persona que me dijo que habían matado al papá y que ella lo había tenido que meter a la casa porque también la mataban si salía», contó el secretario de Seguridad.
Hasta ahora, las autoridades no conocen de primera mano la situación, pero sabe que la violencia se recrudeció en la mañana del jueves 16 de enero, cuando la guerrilla ELN emprendió una ofensiva en zonas rurales de varios municipios del Catatumbo, que abarca buena parte del departamento de Norte de Santander (noreste y fronteriza con Venezuela), contra rivales de las disidencias de las FARC.
Los enfrentamientos llevaron al presidente colombiano, Gustavo Petro, a suspender los diálogos de paz con el ELN, al que acusó de cometer «crímenes de guerra» en el Catatumbo y del que dijo que no tiene «ninguna voluntad de paz».
Un terror inesperado
La zona del Catatumbo es una región pobre y montañosa que limita con Venezuela y está formada por los municipios de Ábrego, Convención, El Carmen, El Tarra, Hacarí, La Playa, San Calixto, Sardinata, Teorama y Tibú.
En esos territorios operan el ELN, disidencias de las FARC, un reducto del Ejército Popular de Liberación (EPL) y otras bandas que se disputan el control de los cultivos de coca y de los corredores para el narcotráfico.
Aunque la región está acostumbrada a vivir en medio del conflicto, los ataques sorprendieron a los habitantes de varios caseríos que tuvieron que correr a buscar refugio para protegerse de los tiroteos. Los testimonios en redes sociales han conmocionado las redes sociales.
Tras el inicio de esos combates, en esta empobrecida región, familias enteras han huido por las carreteras polvorientas del Catatumbo.
La huida, con apenas lo básico, tiene como destino principal Cúcuta, la capital del departamento de Norte de Santander y fronteriza con Venezuela. Otros también han optado por Ocaña, la ciudad más importante de la zona, o a Tibú, aunque sea otro escenario de la guerra entre guerrillas.
Hernel Vargas no dudó en salir de su vivienda en un caserío de la zona rural de Tibú junto a su esposa e hijos hasta llegar a un lugar seguro.
Historias de horror
Dos días después del comienzo de los enfrentamientos y de que el viernes las autoridades hablaran de más de 30 muertos, las cifras son muy confusas, pero se sabe que también hay secuestrados, heridos y un gran número de personas desplazadas que huyen de las balas.
La ONG Vivamos Humanas ha reportado más de 50 muertos por los enfrentamientos, entre ellos 5 firmantes de paz, 30 heridos y más de 450 familias desplazadas
El Ejército desplegó 300 militares en la zona y la Fuerza Aeroespacial de Colombia (FAC) ha realizado varias operaciones aéreas para rescatar a heridos, pero sigue sin tener acceso al punto central.
Centenares de familias se aglomeraron en la capital regional, Cúcuta, para recibir atención.
‘Rubiela’, que cambió su nombre por seguridad, cuenta que desde el jueves, día en que el ELN comenzó a perseguir a los disidentes por todo el Catatumbo, aún tiene el estruendo de las balas resonando en su cabeza.
«Lo primero que hice fue buscar a mis hijos para abrazarlos. En ese momento, lo único que uno busca es proteger a los suyos», afirma la mujer mientras su esposo sostiene una mochila llena de ropa, lo único que pudieron llevarse de su casa.
Los videos grabados por ellos mismos mientras huyen del conflicto muestran que muchos viajan en motos o en carros, otros en canoas y algunos están apretados en autobuses o volquetas.
Desesperación para sobrevivir
La desesperación por ponerse a salvo ha llevado a muchos a pasar la frontera selvática hacia Venezuela porque dicen que el ELN está amenazando con matar a la gente en algunas aldeas, acusándolos de colaborar con sus rivales de las disidencias.
«Me traje a mi perro entre mis brazos», dice una mujer mientras observa al veterinario que revisa a su mascota; sin embargo, con tristeza añade que dejó atrás a otro can y un gato.
Violencia desbordada
La ola de violencia entre el ELN y la disidencias de la FARC se extiende por casi todo el Catatumbo, en donde diversos grupos se disputan el control territorial, de los cultivos de coca y de los corredores para el narcotráfico.
El alcalde de Cúcuta, Jorge Acevedo, asegura que en la capital de Norte de Santander están preparados para atender a los desplazados.
«Las familias que no tengan donde quedarse serán hospedadas en hoteles; muchos tienen familia en la ciudad y a otros les estamos ayudando a trasladarse a otras ciudades», indica el mandatario local.
Acevedo señala que «es importante garantizar que la paz y tranquilidad de ellos durante estos días esté al 100 %, que entiendan que solo es cuestión de esperar» una solución que a esta alturas no parece posible.
«Vamos a evitar al máximo llevarlos a instituciones educativas o albergues donde puedan verse afectados en su tranquilidad mental», expresa Acevedo a EFE, quien añade que se espera la llegada a Cúcuta de más de mil personas desplazadas.
‘María’, otra mujer que cambió su nombre por seguridad, relata que proviene de la vereda El KM 25, también en la zona rural de Tibú, y dice que quedó completamente desolada porque todos decidieron salir.
«La situación es de miedo, de zozobra, más por los niños que quedan en medio de los bombardeos», afirma la mujer.
A medida que el éxodo continúa y las historias se multiplican, queda claro que el Catatumbo parece condenado a no tener paz y que sus habitantes, principalmente de los caseríos más remotos, son las principales víctimas.