Tras décadas de usar a la Vía Láctea como modelo estándar para entender la formación y evolución de las galaxias, nuevas investigaciones sugieren que nuestro hogar cósmico podría ser menos «típico» de lo que se creía.
En particular, esta galaxia espiral, que alberga nuestro sistema solar a unos 26.000 años luz de su centro, ha revelado características únicas que la distinguen significativamente de sus pares cósmicos, poniendo en duda su papel como modelo universal para entender la formación galáctica.
Un equipo de investigadores, liderado por la profesora Risa Wechsler de la Universidad de Stanford, ha realizado la ambiciosa investigación que compara nuestra galaxia con otras 101 de masa similar. Los resultados, publicados en tres artículos en The Astrophysical Journal (acá, acá y acá), plantean un intrigante enigma sobre la naturaleza única de nuestro hogar galáctico.
El proyecto, denominado «Satellites Around Galactic Analogs» (SAGA), representa un desafío monumental en la astronomía moderna. «Es un verdadero problema de aguja en un pajar», explica Wechsler en un comunicado de prensa de la Universidad de Stanford. «Tuvimos que utilizar técnicas ingeniosas para separar 378 galaxias satélite de los miles de objetos del fondo», agrega.
Un hogar galáctico fuera de lo común
En concreto, los hallazgos revelan dos características peculiares de la Vía Láctea. Primero, tiene sorprendentemente pocas galaxias satélite en comparación con sus semejantes. Segundo, y quizás más intrigante, la mitad de sus satélites han dejado misteriosamente de formar estrellas.
Por ejemplo, de las cuatro galaxias satélite más brillantes de la Vía Láctea —incluyendo la Gran y la Pequeña Nube de Magallanes—, solo estas dos últimas mantienen la fabricación estelar. Las demás, más pequeñas, han apagado su «fábrica» de estrellas, un comportamiento inusual en comparación con otras galaxias similares, donde la mayoría de los satélites continúan siendo fábricas estelares activas.