El actor Alec Baldwin no suele sincerarse en público sobre las etapas más oscuras de su pasado. Sin embargo, esta semana el artista ha querido hacer una excepción a la regla para rememorar, con todo lujo de detalles, los entresijos de la grave adicción al alcohol y a las drogas que padeció a principios de los ochenta, cuando dejó Nueva York para instalarse en Los Ángeles y progresar así en la industria del cine.
«No hablo mucho de esto, sólo de vez en cuando. Y siempre que tenga sentido. Llevo 39 años sobrio. Lo dejé todo el 23 de febrero de 1985», arranca así su intervención en el podcast ‘Our Way’, presentado por el cantante Paul Anka y el empresario del mundo del espectáculo Richard ‘Skip’ Bronson.
En lo que respecta al consumo de cocaína, su experiencia fue relativamente corta pero demasiado intensa. «Fue un problema diario durante dos años», ha confesado antes de describir la magnitud de la situación en estos términos. «Creo que me metí una raya que iría desde aquí hasta Saturno. Luego me haría otra en Saturno y otra de vuelta a casa. Quiero decir, la cocaína era como el café por entonces. Todo el mundo lo hacía todo el día», añade.
Cuando consiguió liberarse de las garras de la cocaína, Baldwin no pudo evitar que su consumo de alcohol se disparara. «Como dejé de tomar drogas, la bebida se incrementó, que es lo que dicen que sucede. Y eso fue exactamente lo que ocurrió. Simplemente empecé a beber», ha contado sobre la habitual sustitución de una sustancia por otra en casos de adicción extrema.
Alec Baldwin no tiene intención alguna de retomar esos destructivos hábitos, aunque reconoce que de vez en cuando el cuerpo le pide una copa. «No echo de menos las drogas, en absoluto, pero sí echo de menos beber. Me gusta beber», ha admitido antes de revelar que combate la tentación a base de meditación. «Trato de hacerlo, pero con siete hijos en casa es como tratar de jugar al ping pong en la cubierta de un portaaviones», ha bromeado sobre su familia numerosa con su esposa Hilaria Thomas.