El 17 de junio de 1994, los Estados Unidos fueron testigos de una de las persecuciones policiales más notorias de su historia, protagonizada por el ex jugador de fútbol americano y celebridad O.J. Simpson. La persecución tuvo lugar en Los Ángeles, California, y se transmitió en vivo por televisión, capturando la atención de millones de espectadores en todo el país.
El incidente comenzó cuando Simpson se convirtió en el principal sospechoso del asesinato de su ex esposa, Nicole Brown Simpson, y su amigo, Ron Goldman. La policía emitió una orden de arresto para Simpson luego de que los cuerpos de las víctimas fueran descubiertos en su residencia en Brentwood.
Simpson, acompañado por su amigo Al Cowlings, se subió a su Ford Bronco blanco y emprendió la huida. La policía inició una persecución a alta velocidad por las autopistas de Los Ángeles, con varios vehículos policiales siguiendo de cerca la Bronco.
Durante la persecución, se observó a Simpson asomándose ocasionalmente por la ventana del vehículo, aparentemente sosteniendo una pistola contra su propia cabeza. Cowlings, quien conducía el Bronco, se comunicó con la policía en varias ocasiones a lo largo del trayecto, declarando que Simpson estaba armado y amenazando con quitarse la vida.
La persecución se extendió por más de una hora, atrayendo una gran atención mediática. Las imágenes del Bronco blanco siendo perseguido por una caravana de vehículos policiales se transmitieron en vivo por varias cadenas de televisión, interrumpiendo la programación regular.
La trascendencia de la persecución de O.J. Simpson alcanzó tal magnitud que incluso impactó en eventos deportivos de importancia nacional. Durante la emisión de la final de la NBA, juego 5 entre los New York Knicks y los Houston Rockets, la cadena NBC interrumpió la transmisión para ofrecer cobertura en vivo de la persecución en curso. Este gesto sorprendió a los espectadores y generó una controversia adicional en torno al manejo mediático del caso.
La decisión de interrumpir un evento deportivo de tal relevancia para transmitir la persecución de Simpson evidenció el impacto que tenía este suceso en la conciencia colectiva de los estadounidenses en ese momento. La NBC optó por priorizar la cobertura de un evento que estaba capturando la atención de millones de personas en todo el país, relegando temporalmente la final de la NBA a un segundo plano.
Este acontecimiento subrayó el poder de los medios de comunicación para influir en la agenda pública y suscitar debates sobre la ética periodística y la responsabilidad de informar en situaciones de gran trascendencia. La decisión de la NBC de cortar la emisión de la final de la NBA en favor de la cobertura de la persecución de O.J. Simpson se convirtió en otro aspecto emblemático de un episodio que dejó una marca indeleble en la historia mediática de los Estados Unidos.
Finalmente, la persecución llegó a su fin cuando el Bronco blanco se detuvo en la residencia de Simpson en Brentwood. Después de un breve impasse, Simpson se entregó a las autoridades sin incidentes adicionales.
La persecución de O.J. Simpson se convirtió en un momento icónico en la historia de la televisión estadounidense, generando un debate sobre la ética y la responsabilidad de la cobertura mediática en casos judiciales de alto perfil.
El caso de Simpson continuó atrayendo la atención del público durante meses, culminando en un controvertido juicio que capturó la atención nacional e internacional.
Este jueves O.J. Simpson, murió a los 76 años, según anunció su familia. La estrella de la NFL había sido absuelto en 1995 en el llamado “juicio del siglo” por los brutales asesinatos de su esposa y un amigo de ésta que conmocionó al mundo, pero que posteriormente fue declarado responsable en otro juicio civil.
“El 10 de abril, nuestro padre, Orenthal James Simpson, sucumbió a su batalla contra el cáncer”, decía un mensaje firmado por la familia en la red social X.
La cobertura televisiva en directo de su detención tras una famosa persecución a baja velocidad supuso la caída en desgracia del héroe deportivo.
Había parecido trascender las barreras raciales como “tailback” estrella de los Trojans de la poderosa Universidad del Sur de California de fútbol americano universitario a finales de los sesenta, como vendedor de anuncios de coches de alquiler recorriendo los aeropuertos a finales de los setenta y como marido de una reina de la escuela secundaria rubia y de ojos azules en los ochenta.
“No soy negro, soy O.J.”, le gustaba decir a sus amigos.
El público quedó hipnotizado por su “juicio del siglo » en directo por televisión. Su caso suscitó debates sobre raza, género, maltrato doméstico, justicia de famosos y mala conducta policial.
Un jurado de un tribunal penal lo declaró inocente de asesinato en 1995, pero otro jurado de un juicio civil lo declaró responsable de las muertes en 1997 y le ordenó pagar 33,5 millones de dólares a los familiares de Brown y Goldman.