Por segundo año consecutivo, el Etihad Stadium resolverá un duelo majestuoso entre Real Madrid y Manchester City, que intercambiaron remontadas en el Santiago Bernabéu en un gran espectáculo futbolístico (3-3), que salvó la épica madridista tras la demostración de poderío sin Kevin De Bruyne del vigente campeón.
Alzó el vuelo en su competición fetiche una vez más el Real Madrid con una determinación envidiada por sus rivales. Hasta en dos ocasiones para viajar a Mánchester con opciones. Reaccionando a los golpes con la entereza del que se siente rey de la competición. Confiado en sus virtudes para enterrar sus errores.
Lo cometió Andriy Lunin en su primer partido grande de verdad como titular que dejó una mancha que debe corregir para no sentir la sombra alargada de Courtois en los días decisivos. También Carlo Ancelotti para cambiar el panorama cuando se complicó en el segundo acto.
El ambiente de noche mágica del Santiago Bernabéu, el arranque repleto de euforia de un Real Madrid descansado que quiso avasallar a un City con un desgaste mayor, sufrió un doble golpe en los primeros compases. A los 39 segundos era castigado con amarilla por su primera entrada Tchouaméni. La apuesta de Ancelotti como central por un centrocampista defensivo, en una decisión difícil de digerir para Nacho, dejaba la peor de las noticias para el equipo blanco. Una amonestación que le impedirá estar en el Etihad.
Las malas noticias se ampliaron desde el doble error de Lunin. Confiado ante la lejanía de la falta no pidió más presencia que un compañero en la barrera. Mal colocado. Bernardo Silva aceptó la invitación, probó suerte y se encontró con la reacción tardía del portero. Uno de esos fallos que pasan factura en eliminatorias entre gigantes.
El panorama, la obligación de remontar de nuevo al City, ahora con la vitola de vigente campeón, reforzó la petición inicial de Ancelotti a sus jugadores. La duda que podía planear sobre si ir arriba a la presión o esperar para castigar la pérdida, explotando el punto débil este curso del equipo del equipo de Pep Guardiola, se despejaba desde la obligación. Al Real Madrid sólo le quedaba ir a tumba abierta.
Con los riesgos que eso conlleva ante la amenaza de Haaland, frenado en seco en la mayoría de acciones por un Rüdiger colosal, pero que metió miedo en la acción que levantó de la lona a Lunin. Escorado, a los siete minutos, la rompió el gigantón noruego para encontrar la reacción del portero.
El Real Madrid metía electricidad, encontraba la manera de dar sentido a la posesión. Al City el balón nunca le quema, pero se adentró en una fase improductiva. Reflejada en su cerebro, Rodri, con más pérdidas que nunca ante la pasividad de sus compañeros. Víctimas de un buen posicionamiento de madridista, con un as en la manga de Ancelotti que surtió efecto.
La ausencia por lesión de Kyle Walker dejaba un flanco por explotar. Así lo entendió ‘Carletto’, que no sorprendió en nombres, pero sí en posicionamiento. Acostó en la izquierda a Rodrygo, liberó a Vinícius y entre ambos se marcaron el objetivo de convertir en pesadilla el partido para Akanji. Encontraron socios en la firmeza de Kroos, más ladrón de balones que nunca, y la rápida asociación de Bellingham.
Sonrió el factor fortuna cuando Camavinga chutó con descaro desde fuera del área. Reservado su primer gol del curso, tardío por su importancia, para un momento trascendental. Rechazaba en Rúben Dias y se convertía en imposible para Ortega, de nuevo titular en una decisión sorprendente de Guardiola con Ederson ya recuperado.
El éxtasis del madridismo, un Bernabéu en ebullición como en las semifinales de la remontada, reapareció con el mismo protagonista: Rodrygo. De su doblete en 89 segundos en una mágica remontada que engrandeció la historia del Real Madrid en la ‘Champions’, a 114 segundos de una nueva reedición. El pase al espacio de ‘Vini’, la carrera de Rodrygo y la definición con calma. Suave ante Akanji y un portero dubitativo en la salida.
Asomaba la versión letal madridista. Cortocircuitaba el City por momentos. Sin encontrar a sus referentes ofensivos. Sintiendo respeto ante la estampida madridista que se desataba tras cada robo de balón. En pocos pases iba de Lunin a la visión de Bellingham y el disparo de Valverde a manos de Ortega Moreno. Firme ante el segundo intento de Rodrygo. Con Vinícius alejado de su imagen desequilibrante, con pérdidas cuando encaró y precipitación en la definición.
El partido estaba donde deseaba el Real Madrid, con su pareja brasileña encontrándose siempre, Rodrygo perdonando con todo para marcar al buscar la escuadra. Una acción que habría cambiado el rumbo del partido antes de la reacción del City. Desde un factor inexplicable, el físico. Un equipo que había disputado dos partidos mientras su rival descansaba y recargaba energías.
Al equipo de Ancelotti le faltó aire cuando corrió tras el balón. Los de Guardiola se reencontraron desde la posesión, ya con sentido, rebajando el número de pérdidas, encontrando espacios. Grealish asumió el peso ante la añoranza de De Bruyne. Avisaba acariciando el larguero de lo que estaba por llegar. El Real Madrid quedó reducido a sus contragolpes. Con un disparo cruzado de Bellingham y un zurdazo en carrera arriba de ‘Vini’ como esperanzas.
Le faltaron fuerzas para rebelarse. Sometido por el City, sintió en sus carnes lo que tantas veces protagoniza. Rondaba el empate ante la tardanza en las marcas, la superioridad inglesa en la frontal. Lunin evitaba los dos primeros intentos, de Foden y Bernardo Silva, y nada podía hacer ante el balón en la escuadra de Foden. Uno de los jugadores decisivos del curso, que había estado desaparecido hasta ese momento.
En cinco minutos se desplomaron las ilusiones madridistas. Con Ancelotti lento en los cambios, tardando en reaccionar a lo que estaba ocurriendo sobre el tapete. Lo hizo cuando Gvuardiol, recuperado a última hora por Guardiola para calmar sus bajas defensivas, enganchaba un derechazo imparable al pase atrás de Grealish. El músculo del campeón aparecía sin necesidad de De Bruyne.
Al Real Madrid sólo le quedaba la carta de la épica y nunca se le puede dar por muerto. Así, en su arreón final repleto de orgullo, logró devolver la vida a la eliminatoria. Con un golazo de Fede Valverde tras una arrancada de Modric y un pase preciso de Vinícius. En un mal día, dos asistencias. E incluso acarició otra proeza segundos después, en un balón peleado por Bellingham que entre el portero y la zaga por poco no acabó dentro de la portería. El Etihad decidirá un pulso que engrandece el fútbol.