En apenas cuatro meses, Julen Lopetegui consiguió meterse en la historia de Real Madrid. Desafortunadamente para él, lo hizo por uno de esos récords de los que nadie desea ser parte: su equipo se adueñó de la racha más larga sin convertir goles en los 116 años de historia del club. Como si eso fuera poco, el Merengue cayó 2 a 1 con Levante en el Santiago Bernabéu y sumó su quinto encuentro sin ganar, con cuatro derrotas y un empate. Todo mal.
Y todo estuvo mal desde el arranque. Porque apenas seis minutos le tomó al conjunto dirigido por Paco López sacarle jugo a esta versión caótica de Real Madrid: tras un pelotazo larguísimo, el francés Raphael Varane se durmió, el capitán José Luis Morales le ganó la espalda, anticipó al belga Thibaut Courtois e hizo estallar los primeros silbidos en el Bernabéu.
Seis minutos después, Varane metió la mano en la frontera del área para cortar un pase. El árbitro Guillermo Cuadra Fernández dudó, pero recurrió por primera vez al sistema de videoasistencia arbitral, su mejor colaborador en una agitada jornada. La tecnología dio su sentencia: penal. Y Roger Martí, la suya: remate esquinado y gol.
A partir de entonces, el duelo fue un combate franco, de guardia baja e intercambio constante. Justo resulta decir que si Real Madrid no pudo quebrar su maleficio goleador en ese primer tiempo fue por la tarea colosal del arquero Oier Olazábal, ayudado también por el travesaño.
Y también porque el VAR volvió a entrar en acción a los 17 minutos: después de un córner desde la derecha, Casemiro cabeceó, el balón chocó contra el travesaño, picó en la línea y Asensio, que había arrancado adelantado, empujó a la red. Cuadra Fernandez dudó otra vez, miró al asistente, inicialmente convalidó, pero luego recurrió al sistema de videoasistencia y terminó anulando la maniobra.
Mientras tanto, la visita no solo aguantaba, sino que amenazaba de contragolpe y asustaba a la zaga madrileña, que temblaba como un flan. Ya sobre la hora, Rochina cerró una rápida maniobra tocando al gol, pero Cuadra Fernandez volvió a consultar a los encargados del VAR y sancionó una muy fina posición adelantada de Toño en el arranque de la jugada. Hubiese sido el golpe de gracia.
Tras el coro de silbidos y la coreografía de pañuelos que despidió a los jugadores al final del primer capítulo, el segundo período se jugó casi exclusivamente en el terreno de Levante, que ya no se animó a contragolpear y se limitó a aguantar como fuera la renta que había construido.
Esos 45 minutos fueron un tiro al blanco. Oier Olazábal, enorme, sacó casi todo. Recién a los 27 un bombazo del brasileño Marcelo rompió ese conjuro maléfico: hasta entonces habían pasado 481 minutos sin gritar un gol. Jamás el equipo más ganador de la historia del fútbol español había padecido una sequía semejante. El peor antecedente eran los 465 minutos de la temporada 1984/85.
El tramo final fue un monólogo del local, que machacó en busca de un empate que le diera al menos un poco de aire. Pero los valencianos aguantaron a pie firme y se llevaron una victoria que quedará en sus libros de historia y también en los del golpeado Real Madrid. La despedida para los hombres vestidos de blanco fue con otra estruendosa silbatina.
Si el panorama no fuese suficientemente complejo para los madrileños, el domingo próximo deberán visitar el Camp Nou para enfrentar a Barcelona. Antes tendrán otra prueba, a priori más accesible, aunque en estos tiempos ya nada es fácil para el Merengue: el martes, en casa ante el Viktoria Plzen checo por la Liga de Campeones de Europa. Habrá que ver si todavía estará Julen Lopetegui en el banco.
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