Marilyn Monroe es recordada como un símbolo sexual de los 50 y 60, pero la manera en la que explotaba su sensualidad, con un toque de ingenuidad y picardía, transgredió a una sociedad conservadora en una industria que estaba en pleno cambio y contra la que trataba de luchar.
“Ella se convirtió en un símbolo sexual con el cual nunca estuvo completamente de acuerdo porque detrás de esa imagen y arquetipo que Hollywood le había creado, existía realmente una mujer con una cultura notable, con una sensibilidad enorme para crear sus personajes y que más allá de la rubia tonta fue una mujer que entró al Actor’s Studio, tuvo a grandes maestros y era una ávida lectora”, recordó José Antonio Valdés Peña, crítico de cine.
Monroe entró a mediados de los 40 a la industria como modelo y con algunos breves contratos, para 1950 ya tenía uno estable con 20th Century-Fox y cobraba fuerza por su belleza. En 1953, ya era ese símbolo sexual que hoy sigue presente, interpretando cintas como “Niagara” y “Los caballeros las prefieren rubias”, donde ganó ese estereotipo, pero todo esto consolidó su carrera, no así su sueldo. Era una de las estrellas más importantes de la cadena y ni siquiera podía elegir sus proyectos por lo que seguían encasillando. Incluso se negó a hacer una cinta y fue suspendida. A su regresó logró proyectos como “La comezón del séptimo año”. Sin embargo, con el objetivo de mejorar su imagen creó su propio estudio en 1954, Marilyn Monroe Productions, junto al fotógrafo Milton H. Greene.
De acuerdo al especialista, el legado de Norma Jeane Mortenson fue aceptar el estereotipo y pese a que ella trató de cambiar su imagen en los últimos años de su vida, su complicada infancia sin una madre presente, la llevó a una eterna búsqueda de estabilidad emocional que se tradujeron en matrimonios fallidos y en sabotear sus propias acciones.
“Con el poder de taquilla fundó su propio estudio y se acercó a directores interesantes como John Huston, George Cukor y la mancuerna maravillosa que hizo con Billy Wilder. Es decir, era una mujer que trataba de tener a grandes cineastas dirigiéndola, pero su inestabilidad emocional era su enemiga y esto la terminó arrastrando al fracaso, porque se convierte en un elemento completamente fuera de sí, al llegar tres horas tarde a sus llamados y tenía que repetir muchas veces sus escenas porque se soltaba a llorar o sufría de ataques de ansiedad”, contó.