El Inter-Liverpool confirmó algo que ya estaba clarísimo: hay todavía demasiada distancia entre Serie A y Premier League. El campeón del Calcio, al que en septiembre le pasó algo muy parecido con el Madrid, disputó 75 minutos de muy alto nivel, pero a los ingleses solo le hizo falta despertarse en el último cuarto de hora para dejar la clasificación casi sentenciada.
Klopp decidió apostar en su medular por el joven Harvey Elliott, titular por primera vez tras la terrible lesión en el tobillo que sufrió ante el Leeds, y los ingleses empezaron con buen ritmo, pero tuvieron delante a un rival que mostró su misma organización e intensidad.
Los contrincantes, entonces, protagonizaron una primera parte igualada, con ocasiones en ambas áreas. Mané, con un testarazo y una tijera, tuvo las mejores de los Reds, que temblaron ante un potente remate al larguero de Calhanoglu. El turco llegó a centímetros del 1-0 combinando con Perisic, que confirmó su extraordinario momento de forma. Antes del descanso el Inter dio señales muy positivas, pero después se desató totalmente.
En los primeros veinte minutos de la segunda parte, los de Inzaghi llegaron a sumar el 70% de posesión, encerrando a los rivales en su mitad de campo y teniendo un solo defecto, la falta de puntería, algo que suele pasar factura. Lautaro y Dzeko perdonaron varias veces y Klopp tomó medidas a tiempo.
El alemán sacó del banquillo a Keita, Henderson, Luis Díaz y Firmino, y, poco a poco, los suyos retomaron las riendas del choque.
La pesadilla de los nerazzurri apareció después de la enésima oportunidad desperdiciada por Dzeko. Firmino abrió la lata con un cabezazo tras un córner, y, luego, Salah anotó el 0-2 en otra jugada a balón parado.
Demasiado castigo para un Inter que, durante 75 minutos, había vuelto a sentirse un gigante de Europa diez años después de su última aparición en un octavo de Champions. Le tocará contentarse. Y esperar en un milagro en Anfield.