Por mucho que pase el tiempo y otros actores hayan ocupado su lugar, Sir Sean Connery llegó a su 90 cumpleaños coronado como el James Bond más legendario de todos. Es cierto que Roger Moore conquistó a una legión de fans con su picardía y Daniel Craig dejará el listón muy alto para el que se atreva a ocupar su lugar, pero el escocés dejó una huella imborrable en la historia del cine. Él fue el primero, el 007 original, ese que convirtió al personaje en la imagen viva de un héroe de acción elegante, un tanto petulante y otro poco machista (al menos en sus inicios). Sin embargo, el recuerdo entrañable que los espectadores guardan de su personaje es muy diferente a las emociones que Connery sintió durante sus últimos años en la saga.
Básicamente, lo odiaba.
A pesar de haber alcanzado la fama internacional como el espía al servicio de su Majestad y de amasar una fortuna con su trabajo, Sean Connery se cansó de interpretarlo. Corría el año 1967 cuando se disponía a rodar su quinta incursión en Solo se vive dos veces. Estaba harto de hacer lo mismo y cansado de que el personaje no evolucionara, y las tensiones con el legendario productor Albert R. Broccoli comenzaron a ser cada vez más tirantes. Según The Telegraph, la situación era tan extrema que el actor solía encerrarse en su camerino cada vez que Broccoli visitaba el set en Japón. Y eso que la esposa del productor, Dana, fue imprescindible en su fichaje a comienzos de los 60s convenciendo a su marido del potencial de Connery.
Tampoco estaba satisfecho con las consecuencias negativas de la fama alcanzada con el personaje. Connery venía de una vida modesta trabajando como albañil, pulidor de ataúdes, modelo y hasta lechero cuando el reconocimiento tocó a su puerta. Fue cosa del destino. Estaba destinado a ser estrella de cine. Llegó a la actuación por pura casualidad cuando buscaba ganarse un dinerillo extra y comenzó a trabajar en el King’s Theatre en 1951. Una cosa llevó a la otra y sin estudios ni preparación, en poco tiempo ya tenía su primer papel protagonista. Fue después de varias obras de teatro, unas cuantas series y una decena de largometrajes que llegó la oportunidad de interpretar al espía creado por Ian Fleming viéndolo como una oportunidad que le abriría más puertas en la industria. Sin embargo, probablemente no imaginaba lo radical que sería su cambio de vida.
Durante el rodaje de la quinta entrega no solo tenía un acosador que lo perseguía durante el rodaje, sino que los paparazis tampoco lo dejaban ni a sol ni sombra siguiéndolo hasta dentro de un lavabo público, mientras la prensa lo convertía en sex-symbol con votaciones y listados nombrándolo el hombre más sexi del planeta. Y así fue como puso una condición si lo querían en una sexta película: un aumento de sueldo pasando de los $750.000 cobrados por la quinta parte al millón de dólares, además del 25% de las ganancias de taquilla que ya venía cobrando.
Los productores, quien sabe si cansados también de las quejas o hartazgo de Connery, no cedieron y el actor renunció. El sustituto fue el modelo australiano George Lazenby en 007 al servicio de su Majestad, a quien Broccoli conoció en una peluquería. El resultado no fue recibido con el mismo entusiasmo y dos años más tarde estrenaban nueva entrega otra vez con Connery, Diamantes para la eternidad (1971). Sin embargo, cuentan por ahí que el actor no volvió a vestir el traje de 007 por puro placer o por amor al arte, sino que era la condición que puso para lograr que dieran luz verde a otros dos proyectos que le apasionaban mucho más que James Bond.
El hartazgo o desdén que Connery sentía a esas alturas por el personaje, o la influencia que había tenido en su vida, quedó demostrado cuando donó su salario a obras de caridad y, según apunta The Observer, llegó a decir: «Siempre he odiado a ese maldito James Bond. Me gustaría matarlo».
Los rumores del mal rollo interno que había entre actor y personaje siempre sobrevolaron la figura de Sean Connery. Algo muy similar a lo que viene sucediendo con Daniel Craig tras el estreno de cada una de sus películas de James Bond. Sus supuestas ganas por despedirse del personaje quedaron plasmadas cada vez que se daba a entender que la siguiente entrega sería la última, además de sus polémicas declaraciones asegurando que preferiría cortarse las venas antes de hacer otra entrega (luego aclaró que aquella respuesta tuvo lugar cuando acababa de terminar el rodaje que había sido muy intenso y agotador). Pero como les decía, la mala relación de Connery con Bond fue fruto de rumores y habladurías durante varios años, sin embargo fue Michael Caine el que confirmó su existencia.
Caine y Connery se conocieron en 1954 y se hicieron amigos, y fue él quien comentó que Sean estaba harto de ser reconocidi solo por su personaje. Según escribió Andrew Yule en su libro Sean Connery: Neither Shaken Nor Stirred, Caine dijo: «Si eras su amigo en aquellos años, no mencionabas el tema de Bond. Él era, y es, mucho mejor actor que solo interpretar a James Bond, pero se convirtió en sinónimo de Bond». Una certeza más grande que una casa si recordamos que, como escribía al principio de este artículo, Connery sigue siendo el intérprete más legendario dentro de la historia cinematográfica de 007.
«Caminaba por las calles y la gente decía ‘Mira, ahí está James Bond’ y eso le molestaba mucho» añadió Caine.
Cabe destacar que la faceta cascarrabias de Connery era bien conocida en Gran Bretaña. Mientras sus romances ilustraban decenas de revistas, algunas de sus polémicas palabras no fueron olvidadas. En 1975 declaró a la revista Playboy que no veía nada de malo con «pegarle a una mujer» aclarando que «no recomendaba hacerlo de la misma forma que pegarías a un hombre». Incluso aconsejaba cómo hacerlo sugiriendo el uso de «una bofetada con la mano abierta cuando está justificada, cuando otras alternativas han fallado y ha habido suficiente advertencia. Si una mujer es una perra, histérica o desagradable continuamenet, entonces lo haría». Es más, añadió que «las mujeres no son decisivas por naturaleza» y Bond les resultaba irresistible porque lo era.
Sin defender lo indefendible recordemos que Connery fue estrella de una saga masculina en una era misógina. Las historias de Bond convertían a las mujeres en meros estereotipos sexuales, con personalidades débiles ante la seducción de 007. A diferencia de otras versiones, aquella adaptación del espía no ofrecía romance sino deseo y pasión, y la interpretación de Connery era la de un héroe de su época: oscuro, implacable y un poco misógino.
A pesar de dejar otros trabajos inolvidables como en La casa Rusia, El nombre de la rosa, La colina o Marnie de Hitchcock, Bond se convirtió en el sinónimo de Bond. Y aunque regañara de la conexión entre ambos, el personaje le dio la seguridad financiera que no tuvo de joven y le abrió las puertas a un camino de rosas dentro de la industria. Sin embargo, su desencanto con Bond fue tal que no hizo ni una película en los dos años siguientes a completar la saga.
Connery terminó retirándose de la actuación hace unos 15 años. Las malas críticas que recibió La liga de los hombres extraordinarios más la confusión que dijo vivir haciéndola y la falta de propuestas interesantes cuando ya superaba los 70 años de edad, lo llevaron a dar el paso que hacía tiempo se venía rumoreando. Pero aunque pocos lo recuerdan, intentó darle una última oportunidad a Hollywood. Fue para la película Josiah’s Canon en 2004 aunque un buen día, mientras rodaba la historia de atracos en Praga, se marchó del set. Así sin más, dejando a la producción sin estrella. Según escribía The Guardian, la excusa fue que se marchaba para escribir sus memorias mientras Variety apuntaba que «los dolores de cabeza de las películas de mega presupuestos han terminado por agotar su entusiasmo». Se había despedido del cine pero sin decirle adiós de forma oficial. Viajó a su mini paraíso en las Bahamas, jugando golf cada mañana y se alejó de los focos para siempre. Fue en junio de 2006 cuando confirmó que se había retirado al recibir un premio a su trayectoria del American Film Institute, negando que aparecería en una cuarta Indiana Jones diciendo que «la jubilación es muy divertida».
Con o sin rencor, lo cierto es que Connery volvió al personaje una vez más para Nunca digas nunca jamás en 1983 (un título que se rumorea estaba relacionado con su despedida de la saga) y, curiosamente, prestó su voz para el videojuego de 007: desde Rusia con amor en 2005. Es probable que con el tiempo, Sir Sean Connery haya comenzado a recordar con cierta nostalgia y cariño al James Bond que marcó tanto su vida y su carrera. Prueba de ello podría ser que en 2017 cuando observaba el US Open de Nueva York, le pusieron la iconica intro musical de la saga y ahí se quedó, sentado con una sonrisa enorme en el rostro.
Con información de Yahoo entrenimiento