Brasil tiene un hueco de tristeza que data de hace 70 años. La historia, aun siendo testigo de su pentacampeonato, no borra las heridas que dejó Uruguay durante la Copa del Mundo de 1950 en el Estadio de Maracaná.
La tarde del 16 de julio se asomaba para ser de fiesta y carnaval en la nación más grande de Sudamérica. En las calles ya circulaban playeras nombrando al anfitrión como monarca, los periódicos tenían listas las portadas del día siguiente alabando a la Seleção, y el optimismo era el sentimiento compartido entre los brasileños.
Con 13 países inició la cuarta edición de las Copas Mundiales, la primera después de la Segunda Guerra Mundial, y la cual para su última fase se quedó con España, Suecia, Uruguay y Brasil enfrentándose entre sí para designar soberano al que terminara en primer lugar.
Aunque de oficio no existió una final como tal, los dos conjuntos sudamericanos llegaron a la última jornada disputándose el título. La Canarinha sumaba cuatro unidades, por tres de La Celeste. En aquel entonces cada triunfo otorgaba dos puntos, por lo que un empate le daba a los brasileños el trofeo Jules Rimet.
El Maracaná comenzó a recibir aficionados hasta tener 200 mil cabezas en sus entrañas, mismas que jovialmente aguardaban el silbato que las decretara dueñas del mundo. Sin embargo, lo que comenzó con ilusión, terminó en tragedia.
La tensión se acumuló desde la primera parte, cuando el marcador concluyó 0-0. El alivio local apareció con la anotación de Friaça, al minuto 47, que llevaba la corriente hacia su cauce lógico.
A partir de aquí se gestó uno de los sucesos más recordados en la historia del futbol. Empujados por su capitán Obdulio Varela, los charrúas mostraron su característica garra y en sólo 13 minutos despedazaron el ánimo de Brasil.
Primero fue Juan Alberto Schiaffino, empatando al 66’, y después Alcides Ghiggia (79’), con un tiro inconsistente que puso el 1-2 a 11 minutos del final.
Este disparo lo recordó tiempo después el guardameta brasileño Moacyr Barbosa: “Llegué a tocarla y creí que la había desviado al tiro de esquina, pero escuché el silencio del estadio, y me tuve que armar de valor para mirar hacia atrás”.
Con el silbatazo final, las lágrimas de los brasileños comenzaron a inundar Río. Al hablar de consecuencias, se citan suicidios debido a la tristeza que abordó a la población, desaparecieron las monedas conmemorativas dedicadas a los futbolistas de la selección, y el Scratch abandonó por 69 años el uso del uniforme blanco con el cual perdió la final.
Ese 16 de julio, de hace 70 años, el brasileño Dondinho lloró junto a la radio al escuchar la culminación del denominado Maracanazo.
URUGUAY NOMÁ’! Personalmente y, por encima de (las Selecciones de) Argentina y Brasil, sueño con un 2030 azul, blanco (con nuestra Selecta en un Mundial) y celeste (hinchando a los yoruguas, luego de… (1/2)
… los nuestros, lógicamente). URUGUAY y El Salvador, PEQUEÑOS EN TERRITORIO PERO GIGANTES EN CORAZÓN Y GARRA! (2/2) /