El Barça más agónico se fue a dormir líder, pero sin síntomas de mejora. Un penalti transformado por Messi y que sólo detectó el VAR en el campo le valió a un gris Barça tres puntos ante la Real que sirven para olvidar por un rato el palo del Barnabéu y presionar al Madrid. Pero los culés deben de ser muy conscientes de que milagros coo el de ayer no pasan todos los días.
Pasan tantas cosas fuera del terreno de juego y tan pocas dentro que al aficionado culé le cuesta centrarse en lo que pasa en el verde. Antes de ponerse a mirar el partido hay una serie de tareas a completar que mediatizan el desarrollo normal del juego. Dependiendo de la sensibilidad de cada uno, el socio llega al estadio, tarde por las obras del entorno, y mientras unos sacan pañuelos contra Bartomeu, otros corean desde el fondo de animación corporativa el nombre del segundo entrenador. Y así, en medio de un cuadro surrealista, se llega sin querer al minuto diez de partido sin que pase casi nada y que casi nadie se interese por lo que pasa en el verde. Hasta que aparece Braithwaite, el invitado sorpresa de la temporada, se va de su marcador, dispara a gol, el portero desvía a córner y el danés, el último en llegar se dirige a la grada al más puro estilo Cholo Simeone pidiendo ánimos. Se podría decir que el partido empezó ahí, en ese minuto diez, con la jugada de Braithwaite, que se entendió muy bien con Messi.
En la primera parte, Braithwaite y Messi protagonizaron las principales acciones destacadas de ataque blaugrana, pero, tal y como pasó en Madrid hace una semana, con fallos a la hora de definir.
Por su parte, a la Real le faltaba chispa. Daba la sensación de que el Barça llegaba por arranques de genio, pero que el partido no estaba controlado. Si los de Imanol le ponían una marcha más, en caso de que se lo permitiera el desgaste de la semifinal de Copa, el Barça podía tener problemas. De hecho, el público ya se había puesto nervioso un par de veces en el primer tiempo.
Si en la primera parte la Real dio la sensación de que se esperaba en el descansillo sin atreverse a entrar, en el inicio de la segunda dio un paso al frente amedrentando de salida al Barça. Volvieron los pitos y como síntoma, a Sarabia se le levaban los demonios. Había que cambiar algo. El primero que movió el banquillo fue, curiosamente, Imanol, que dio entrada a Oyarzabal, uno de los que no se espera en el recibidor a que le inviten a entrar. Es de los que entra hasta la cocina.
Oliendo el peligro, el Barça reaccionó a base de rabia y pegó tres arañazos que encendieron el partido. El equipo buscaba esos tres puntos que valían un liderato provisional y para lograrlo Setién echó mano de Arturo Vidal, cuya salida es sinónimo de que algo va a pasar. Y vaya si pasó.
En su primera acción centró un balón al área que rechazó Le Normand. La jugada prosiguió y cuando la Real casi marca en el contragolpe se llamó desde la sala VOR a consulta al árbitro, que observó como el central había despejado el balón con el brazo. Penalti, gol de Messi y la Real con diez minutos para hacer todo lo que había dejado para el final. No le dio la vida, en cambio, al Barça ese penalti le salvó la suya. Agonizante, pero líder. Y wso que al final el VAR, que rescató al Barça, anuló un gol a Jordi Alba tras fuera de juego de Ansu Fati.