Después de los dos empates consecutivos frente al Atalanta y el Lecce (ambos 1 a 1), el Inter se presentó ante su gente con la obligación de ganar para no perderle pisada a la Juventus, líder del Calcio con 51 unidades.
El rival no le presentó un diagrama sencillo, ya que para el Cagliari era negocio llevarse un punto del Giuseppe Meazza. Evitar una derrota ante el equipo sensación era una motivación extra para los dirigidos por Maran en su misión de clasificar a la próxima Europa League.
La paridad era tan notoria, que el marcador tuvo que abrirse a través de la vía aérea. Un preciso centro de Ashley Young encontró la cabeza de Lautaro Martínez para que el ex Racing resuelva con un frentazo de pique al piso que dejó sin posibilidades a Cragno.
Sin embargo, antes de que se establezca el descanso, una intervención de Faragó estuvo cerca de emparejar las acciones, ya que el italiano apeló a la testa para hacer lucir a Handanovic, quien con un manotazo salvador desvió el disparo que tenía destino de red.
En el complemento el Cagliari se mostró más agresivo y presionó constantemente la salida del Inter. Con tres hombres en ataque, los dueños de casa no lograban formar el circuito colectivo que tanto pregona Conte, y la falta de alternativas complicó su producción.
El final fue tan previsible como doloroso. Un remate de media distancia de Nainggolan que se desvió en Bastoni rebotó contra el palo y se metió: silencio y 1 a 1.
El golpe fue tan intenso que el propio Lautaro Martínez se dejó llevar por su temperamento, dado que en un reclamo excesivo ante el árbitro Manganiello observó la inesperada cartulina colorada que empañó la fiesta. A pesar de sumar una nueva decepción, el goleador estará ausente en los próximos compromisos por la suspensión que le caerá. Los golpes tirados al aire y la bronca acumulada reflejaron el sentimiento generalizado de un equipo que se aleja cada vez más de la lucha por el Scudetto.